El Día de la Tierra en el contexto de la lucha contra una pandemia

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23 de abril 2020
El "Día de la Tierra" en el contexto de la lucha contra una pandemia

Se ha celebrado el 50 aniversario de “El día de la Tierra”, que Naciones Unidas proclamó “Día Internacional de la Madre Tierra” en 2009.  El objetivo fundamental era concienciar a toda la humanidad sobre la protección medioambiental, especialmente amenazada por la contaminación, la pérdida de biodiversidad o la superpoblación.
 
En esta ocasión, el Día de la Tierra se ha celebrado bajo la actual pandémica mundial por el COVID-19, y cuando nuestro mundo está inmerso en encontrar respuestas inmediatas a esta crisis humana. Sin embargo, la situación actual debería reforzar nuestro compromiso para subsanar los errores globales que, en los últimos decenios, nos han llevado a una emergencia climática y a unos daños de difícil reparación en los ecosistemas antes; pues la aparición de nuevas enfermedades está muy relacionada con los daños que infringimos a nuestro medio ambiente.
 
Hasta la eclosión de la pandemia, este 50 aniversario del Día de la Tierra se vislumbraba como un hito trascendental para la conservación de la naturaleza. Con este fin, estaban programadas reuniones de importancia mundial como el Congreso Mundial de la Conservación; por parte de Naciones Unidas (ONU), una conferencia sobre Océanos y otra sobre sobre Naturaleza; y, como mayor evento internacional, la Conferencia Mundial sobre Biodiversidad, donde se debía acordar un “Marco de Biodiversidad Post-2020”. Todo ello sin mencionar los avances previstos en la lucha contra el cambio climático indefectiblemente unidos a la conservación de la naturaleza–, y cuyo desarrollo se verá muy afectado. En este ámbito, baste señalar el aplazamiento de la Cumbre del Clima COP26, que prevista para noviembre de este año y que se ha retrasado a 2021; pero también subrayar los importantes esfuerzos de la ONU y de la UE para conseguir que la salida de la crisis provocada por el COVID-19 se realice de la forma “más verde posible”, vinculando así el regreso a nuestra normalidad a la consecución del Pacto Verde Europeo.
 
En esa línea, diecisiete países de la UE han realizado un llamamiento a la Comisión porque “debemos comenzar a prepararnos para reconstruir nuestra economía e impulsar los planes de recuperación necesarios para lograr un progreso y prosperidad renovados y sostenibles para Europa y sus ciudadanos. Los esfuerzos para frenar la crisis climática y ecológica deben ser prioridad en esos planes de recuperación. Es imprescindible que la UE mantenga su ambición para mitigar los riesgos y los costes de la inacción frente al cambio climático y la pérdida de biodiversidad”.
 
Detrás de esta declaración de intenciones subyace una evidente constatación: la seguridad de las personas es, desde hace años, un concepto amplio que engloba no solo los clásicos de la defensa o la seguridad pública sino –como reconoce la Estrategia de Seguridad Nacional 2017– la “visión integral de un servicio público objeto de una acción del Estado dirigida a proteger la libertad, los derechos y bienestar de los ciudadanos”. En este marco conceptual, hay objetivos que se muestran fundamentales e íntimamente unidos, como el económico, el medioambiental o la seguridad contra las pandemias.
 
Por otro lado,  es indudable que los sistemas que rigen el funcionamiento global son complejos e interconectados, pero también hay que reconocer que estos son tan débiles como su pieza más frágil; y, en este momento de emergencias, mirar hacia el eslabón medioambiental resulta tan urgente como imprescindible.
 
En este contexto, los enfoques que apuntan a la debilidad ambiental, así como a la necesidad de reforzar la seguridad y la resiliencia en este ámbito, son muy diversos. El cambio climático, según publica la Organización Meteorológica Mundial, ha provocado que el último quinquenio se haya convertido en el más cálido desde que se tienen registros: la temperatura media mundial ha aumentado 1,1 °C desde la era preindustrial. Pero también está provocando pérdidas de ecosistemas y alteraciones en la biodiversidad que facilitan la aparición y propagación de pandemias a causa de la interacción humana con determinados ecosistemas. Según la Organización Mundial de la Salud, al menos el 61% de todos los patógenos humanos son zoonóticos, y representan el 75% de todos los patógenos emergentes durante la última década. Una realidad científica que puede estar muy relacionada con la denuncia de la ONU: casi 7.000 especies de animales y plantas han sido pasto del comercio ilegal en 120 países; o con la enorme vulnerabilidad del sistema alimentario global por la pérdida de biodiversidad: el 35% de los cultivos desaparecerían si desaparecieran los polinizadores, muchos de ellos en riesgo de extinción.

Con todo, y en el “Día de la Tierra”, debemos subrayar que la biodiversidad y el cambio climático son elementos de primer orden para la planificación de la salida de la actual crisis, y –como lección aprendida– para la minimización del riesgo de futuras pandemias.
 

 

 
 
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