El terrorismo en el Sahel

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Mapa Sahel
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El terrorismo en el Sahel
12 de mayo 2021

El Sahel Occidental es una de las regiones del mundo más afectada por el terrorismo yihadista, especialmente las zonas de Liptako-Gourma, —también conocida como la «triple frontera» entre Burkina Faso, Níger y Mali— y la cuenca del Lago Chad. Desde 2017, el número de ataques terroristas en la región se ha multiplicado prácticamente por siete.

Desde finales de los noventa, el terrorismo yihadista encontró en el norte de Mali —y, con su posterior expansión, en todo el Sahel—, el escenario idóneo para explotar la debilidad institucional de los gobiernos nacionales, para suplir el vacío estatal y usurparle así sus competencias. Con la intención de imponer una visión rigorista, excluyente y violenta del Islam —que nada tiene que ver con la práctica tradicional de la religión musulmana en la región—, los yihadistas explotan las tensiones intercomunitarias; controlan territorios cada vez más extensos; captan, reclutan y adoctrinan a jóvenes africanos; y también llegan a contar con la aceptación de la población local, en la mayoría de las ocasiones por la fuerza de las armas, pero en otras muchas porque les ofrecen protección frente a otros grupos armados.

El entramado yihadista en el Sahel

En la actualidad, los grupos yihadistas con mayor protagonismo en el Sahel son el Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes (JNIM, Jama’at Nusrat al Islam wal Muslimeen) —una coalición afín a Al Qaeda, que surgió en 2015— y el autodenominado Estado Islámico en el Gran Sáhara (EIGS): una filial de Daesh, como el autodenominado Estado Islámico en África Occidental (ISWAP) y Boko Haram, que están principalmente radicados en la región del Lago Chad y Nigeria. Si bien existía un pacto de no agresión entre ambos, e incluso llegaron a cooperar, en el último año, han crecido las tensiones y enfrentamientos entre los distintos grupos, especialmente con el aumento de la influencia de EIGS, que se ha extendido por territorios originalmente controlados por JNIM. Ahora, se enfrentan por el control del territorio en áreas fronterizas entre Níger, Burkina Faso y Mali, así como en zonas del centro de Mali; al tiempo que incrementan sus atentados contra civiles, miembros de las fuerzas de seguridad nacionales e internacionales, y también contra grupos armados locales de autodefensa.
 
Situación y expansión

La tendencia a nivel regional es muy desfavorable, pues el número de atentados y ataques terroristas es cada vez mayor. Durante 2020, Mali duplicó prácticamente los incidentes relacionados con el terrorismo respecto al año anterior; y con un mayor número de víctimas civiles (403) que de miembros del ejército y fuerzas de seguridad (260). De todos ellos, el 70 % de la actividad terrorista fue perpetrada por JNIM. Por su parte, Burkina Faso fue el país de la región que más ataques sufrió en 2019 y 2020, tanto por parte de JNIM como de EIGS. En Níger, el número de atentados aumentó un 65% en 2020 respecto a 2019. Incluso en el Chad, un país proporcionalmente menos castigado por el yihadismo, la actividad terrorista —principalmente por parte de Boko Haram e ISWAP— aumentó notablemente en 2020.

Con todo, la violencia de carácter yihadista no ha dejado de expandirse en la región subsahariana; y esta tendencia al alza se perpetúa en estos primeros meses de 2021. En la actualidad, Burkina Faso sigue siendo el país más afectado; se han detectado elementos terroristas en sus provincias del sur y este del país; y los atentados han alcanzado territorios de países del Golfo de Guinea. Por otro lado, la región de Nioro-Kayes —al oeste de Mali, limítrofe con Guinea, Mauritania y Senegal— también se está consolidando como foco de la violencia extremista, y todo ello en una región estratégica que concentra un gran porcentaje de la producción de oro de Mali.

 

Misiones y operaciones internacionales en el Sahel

En 2012, la rebelión tuareg, el golpe de Estado militar y el avance de los grupos yihadistas en Mali alertó a la comunidad internacional, que —en respuesta al llamamiento de asistencia— movilizó diversos instrumentos para hacer frente a la crisis política, humanitaria y de seguridad, que ya se extiende a toda la región del Sahel Occidental. Desde entonces, la ONU, UE y Francia, junto a las fuerzas de seguridad nacionales y regionales, han contribuido de manera significativa a la paz y la seguridad en la región, con el despliegue de diversas operaciones y misiones militares y civiles. 

La Misión Multidimensional Integrada de Naciones Unidas en Mali (MINUSMA), con más de 15.000 efectivos y desplegada principalmente en el norte y el centro del país, se estableció en 2013 y tiene por mandato implementar el acuerdo de paz firmado por el Gobierno maliense y varios grupos rebeldes tuareg; colaborar en la estabilización del país; proteger a la población civil; monitorear el cumplimiento de los derechos humanos; y, por último, apoyar la entrega de ayuda humanitaria. Esta fuerza internacional está desplegada principalmente en el norte y el centro del país, y ha sufrido 241 bajas en ataques y atentados desde que comenzó su misión.

Por su parte, en 2013, la UE puso en marcha la Misión de Entrenamiento de la UE en Malí, EUTM-Mali que, con 700 efectivos militares, tiene por objetivo el entrenamiento, formación y asesoramiento de las fuerzas armadas malienses para reforzar sus capacidades para proteger a su población y territorio. En la actualidad, la Misión está liderada por el Eurocuerpo, bajo mando del general español Gracia Herráiz; hasta que, el próximo 1 de julio, sea relevado por Alemania. La UE también cuenta con dos misiones civiles, EUCAP Sahel Níger y EUCAP Sahel Mali, desde 2012 y 2015 respectivamente, que asisten a la formación y asesoramiento y equipamiento del sector policial y judicial.

 

Por otro lado, Francia mantiene la Operación Barkhane, sucesora de la Operación Serval, lanzada para luchar contra los grupos terroristas que amenazaban la seguridad y la integridad en Mali. Más de 5.000 militares franceses combaten la amenaza yihadista transfronteriza junto a la Fuerza G5 Sahel, formada por militares de Mauritania, Mali, Níger, Burkina Faso y Chad. En el marco de Barkhane, y bajo su mando, en julio de 2020 desplegó la Takuba Task Force (600 efectivos), para asistir, asesorar y acompañar a las fuerzas armadas malienses, en coordinación con el resto de la Fuerza G5 Sahel.

En el marco de este compromiso internacional por la paz en el Sahel, España es el mayor contribuyente a las operaciones militares de la UE, además de prestar apoyo aéreo estratégico a la operación Barkhane y a MINUSMA a través del Destacamento Aéreo Marfil, basado en Senegal. Por su parte, la Guardia Civil lidera la iniciativa GARSI Sahel (formación de Grupos de Acción Rápida de vigilancia y de intervención en el Sahel) para crear unidades de Acción Rápida en los países del G-5 Sahel y Senegal; mientras que la Policía Nacional dirige el proyecto ECI Níger (Equipo Conjunto de Investigación), en el que también participa Francia.

 
 
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