14º Informe de Naciones Unidas sobre la Amenaza Global que representa Daesh: «No hay soluciones rápidas»

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14º Informe de Naciones Unidas sobre la Amenaza Global que representa Daesh: «No hay soluciones rápidas»
14 de febrero 2022

Desde 2015, y por aprobación del Consejo de Seguridad, el secretario general de Naciones Unidas presenta informes sobre la amenaza que el autoproclamado Estado Islámico en Iraq y el Levante (EIIL, conocido como Daesh) representan para la paz y la seguridad internacionales. El 14º Informe, que corresponde al pasado enero, subraya —de forma destacada— que «la interacción entre el terrorismo y los conflictos y la amenaza de desbordamiento regional constituye un reto estratégico, mientras que la radicalización y el reclutamiento en línea de terroristas y los atentados inspirados por Daesh siguen siendo un gravísimo motivo de preocupación fuera de las zonas de conflicto». Al tiempo, y mientras Daesh sigue sufriendo pérdidas entre sus dirigentes, sus afiliados —reconoce el Informe— se mantuvieron muy activos y cometieron numerosos atentados en África, además de ganar fuerza y visibilidad en Afganistán tras la toma del poder de los talibanes.

En la presentación del Informe, el secretario general adjunto de la Oficina de lucha contra el terrorismo de la ONU, Vladimir Voronkov, subrayó que la amenaza de Daesh sigue siendo muy real tanto en Siria como en Irak, donde el grupo retiene entre 6.000 y 10.000 milicianos, y continúa llevando a cabo operaciones de golpe y fuga, emboscadas y bombardeos en las carreteras. Además, señaló que «el epicentro de las actividades del grupo yihadista parece ser ahora el continente africano, con actividades terroristas que se intensifican en África central y occidental —especialmente Burkina Faso, Camerún, la República Democrática del Congo, Mali, Níger y Nigeria— y ataques cada vez más reportados en la zona fronteriza entre Mozambique y Tanzania».

Frente a este convulso escenario, y en el ámbito de la respuesta para erradicar esta lacra internacional, Voronkov refirió que la lucha global contra la amenaza sombría y en constante transformación planteada por Daesh y sus afiliados —conocidos por su capacidad para reagruparse e incluso intensificar sus actividades después de grandes derrotas— sigue siendo un «reto a largo plazo» para el que «no hay soluciones rápidas», para lo que se necesitan operaciones militares antiterroristas y medidas más integrales con un enfoque en la prevención.

Principales aspectos del Informe

A lo largo de sus veinte páginas, el informe se centra en realizar una evaluación de la amenaza, a través del análisis y situación actual de sus dirigentes, principalmente localizados en Siria; la situación de los denominados Combatientes Terroristas Extranjeros detenidos en su zona central de expansión; la financiación del grupo terrorista, que sigue generando ingresos mediante extorsiones oportunistas, saqueos y secuestros a cambio de rescates; y, por último, su capacidad permanente de acceder a armamento, especialmente de pequeño calibre, en Oriente Medio, África y Afganistán.

En cuanto a su localización geográfica, África cobra especial protagonismo por la rápida expansión de las filiales de Daesh, especialmente en la República Democrática del Congo y Mozambique «caracterizada por la proliferación de fondos, la intensificación de los esfuerzos de reclutamiento y tácticas terroristas». En África Occidental, tanto los grupos leales a Daesh como a Al-Qaida han logrado avances decisivos, porque han aprovechado las reivindicaciones locales y han conseguido doblegar a unas muy limitadas fuerzas de seguridad; y en el norte de África, a pesar de los éxitos en la lucha antiterrorista, en Marruecos se mantiene la preocupación por la amenaza imprevisible de Daesh y Al-Qaida, mientras que Libia y Egipto registran una disminución de la actividad yihadista.

Respecto a Oriente Medio, y como señalaba Voronkov, el informe destaca que, en Siria e Iraq, Daesh sigue «operando como una insurgencia rural atrincherada, que aprovecha la porosidad de la frontera entre estos países y mantiene sus ataques en zonas donde la presión de seguridad es baja». Por su parte, en Afganistán —desde la irrupción del régimen talibán— preocupa que los grupos terroristas gocen ahora de mayor libertad que en cualquier otro momento de la historia reciente, así como su mayor entidad (de 2.200 a 4000) tras la liberación de presos yihadistas. En Asia Oriental, tanto Indonesia como Filipinas registran «importantes avances en la lucha antiterrorista, lo que ha dado lugar a un descenso general de su actividad terrorista» y una clara disminución de su capacidad de atentar.

Por último, y según el informe, en Europa el terrorismo autóctono está sustentado por «individuos jóvenes y vulnerables en los que la fascinación por la violencia extrema se combinaba con agravios personales, todo lo cual les hacía receptivos a la propaganda de Daesh y Al-Qaeda».

Respuestas a la evolución de la amenaza

El secretario general de Naciones Unidos destaca en su informe que los acontecimientos relacionados con el terrorismo han puesto el foco en los retos que plantea un «Daesh cada vez más descentralizado. Sin embargo, la pandemia de COVID-19 ha seguido planteando a los Estados desafíos formidables en todos los ámbitos políticos, incluida la lucha contra el terrorismo», que ahora es necesario mitigar y recuperar. Además, el informe se centra en la situación de las personas detenidas por ser sospechosas de tener vínculos con grupos terroristas en Iraq y Siria, su repatriación y enjuiciamiento, así como la necesidad de afrontar procesos de rehabilitación y reintegración. En cuanto a las víctimas de Daesh, Naciones Unidas subraya que aquellas que han sufrido la violencia sexual y de género necesitan más protección y apoyo.

Además, en el ámbito de la respuesta, es imprescindible incrementar la cooperación internacional y regional; seguir reforzando la gestión de las fronteras y aplicación de la ley; priorizar la lucha contra la financiación del terrorismo; intensificar la cooperación internacional para contrarrestar el uso con fines terroristas de las nuevas tecnologías; y, por último, hay que «redoblar los esfuerzos para frenar la radicalización y el reclutamiento de terroristas en todo el espectro ideológico, en particular concitando la participación de las comunidades para contrarrestar las narrativas terroristas y abordar las condiciones que propician el terrorismo como parte de un enfoque integral de la lucha antiterrorista», porque Daesh y otros grupos terroristas están explotando «las dificultades socioeconómicas, los agravios y las tensiones políticas, a menudo exacerbadas por la pandemia de COVID-19».

Observaciones finales

Para cerrar este informe, Naciones Unidas subraya que los esfuerzos antiterroristas han debilitado a Daesh, disminuido su financiación y limitado su capacidad de atentar. Sin embargo, Daesh y sus afiliados «persisten en sus actividades y siguen constituyendo una amenaza considerable para la paz y la seguridad internacionales, que incluso ha aumentado en algunas regiones». Para acabar con esta lacra, las respuestas de seguridad son necesarias pero insuficientes para acabar con el terrorismo y, por ello, es necesario avanzar en «nuestros objetivos colectivos: sostener la paz, lograr un desarrollo equitativo, inclusivo y sostenible y garantizar los derechos humanos para todos». Por último, el informe reconoce que la responsabilidad principal de la lucha contra el terrorismo recae sobre los Estados miembros, pero reitera que las Naciones Unidas «seguirán prestándoles apoyo a través de diversas medidas, entre las que se cuenta la creación de capacidades integradas y con perspectiva de género basadas en los derechos humanos para los países que lo soliciten».
 

 
 
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