Acción de la ONU frente al Cambio Climático

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01 de octubre 2020
Acción de la ONU frente al Cambio Climático

En 1945 fue ratificada la Carta de la ONU. Hoy —75 años después—, 193 estados se encuentran representados en la Asamblea General de la Organización. Debido a las facultades que le confiere la Carta, las Naciones Unidas pueden tomar medidas sobre los problemas que enfrenta la humanidad en el siglo XXI: de forma prioritaria, la salvaguarda de la paz y la seguridad internacional, pero también el cambio climático o el desarrollo sostenible. Todos ellos, aspectos de gran alcance —en mayor o menor medida— para el futuro de la Humanidad.

Sin duda, la trascendencia del cambio climático es un hecho científicamente constatado, que tiene previsiones negativas si no se actúa con rapidez y contundencia, como demuestra el informe Global Warning of 1,5ºC, elaborado por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) en 2018.

El fenómeno es global en causas y efectos, aunque no existe correlación entre localización de las emisiones causantes y efectos sufridos. Por ello, es necesario consensuar una respuesta multilateral basada en la colaboración multilateral. Tanto más, considerando que, como señala OXFAN Intermon, los países “menos desarrollados” —los 47 más pobres, con más de 1 000 millones de habitantes— son sólo responsables del 0,8% de las emisiones.

Estas condiciones: globalidad y trascendencia del cambio climático, injusticia de sus efectos y facultades conferidas por la “Carta de la ONU” a esta organización, son las bases científica, social y formal de la acción internacional más importante contra el calentamiento global, la que desarrolla la ONU.
El cambio climático se conoce desde el siglo XVIII, cuando Tyndall enunció que algunos gases bloquean la radiación infrarroja, prediciendo impactos en el clima, una teoría que fue apoyada por el Nobel sueco Arrhenius. Además, cabría apuntar que —aunque olvidada por la historia, probablemente por su condición de mujer— Eunice Newton Foote teorizó sobre el calentamiento global antes que el propio Tyndall.

Sin embargo, la respuesta liderada por la ONU requirió tiempo para ponerse en marcha. Tal es así que la concienciación mundial no comenzó hasta 1968, cuando el Consejo Económico y Social lo trató como punto específico de su programa. Por entonces, se tomó la decisión (Resolución 2398 XXIII) de celebrar la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano.
 
Hitos en la respuesta internacional ante el cambio climático

En 1972, la Conferencia Científica de la ONU —denominada la Cumbre de la Tierra, y celebrada en Estocolmo en 1972—, hizo, por primera vez, alusión explicita al cambio climático; y adoptó una declaración que enunciaba principios para la conservación y mejora del medio humano. Además, estableció el Consejo de Administración del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), con sede en Nairobi. Años después, en 1979, el PNUMA adoptó el primer instrumento internacional en materia de clima: la Convención sobre la contaminación atmosférica transfronteriza a larga distancia. En 1987, la Asamblea General dio un nuevo impulso a las cuestiones medioambientales con la Perspectiva Ambiental hasta el año 2000 y más adelante, que, por primar vez, introdujo el concepto de “desarrollo sostenible”.

Ante el creciente debate público sobre el cambio climático, en 1988 se estableció el IPCC, que es el organismo que elabora los trabajos de mayor envergadura en la materia. Ese mismo año, la Asamblea General identificó el cambio climático como una cuestión “específica y urgente”. Así, la resolución sobre la protección del clima mundial para las generaciones presentes y futuras pedía a la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el PNUMA que iniciasen un examen del cambio climático, y aportasen recomendaciones y estrategias. En 1989, la Asamblea, a través de la Resolución 44/207, comenzó los preparativos para una convención marco del cambio climático.

De esta forma, la Asamblea General convocó en Río de Janeiro la Conferencia de la ONU “Medio Ambiente y el Desarrollo” en 1992, donde se redactó la Declaración de Río y el Programa 21, que ponía de manifiesto un destacado consenso mundial sobre cooperación en medio ambiente. Lo más importante de la Conferencia fue la apertura para la firma de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que entró en vigor dos años después (1994).

El Protocolo de Kyoto: marco internacional para enfrentar el cambio climático

En 1995, la primera Conferencia de las Partes adoptó el Mandato de Berlín, y emprendió conversaciones sobre un protocolo con compromisos para los países desarrollados. Como resultado, en 1997, se acordó el Protocolo de Kyoto, cuya finalidad es reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) de países industrializados en un 5% respecto a niveles de 1990 durante el periodo 2008-2012.

Desde la adopción del Protocolo de Kyoto (2005), que fue ratificado por España en 2002, la ONU ha mantenido un papel de liderazgo en la lucha contra el cambio climático. Los logros de este acuerdo fueron importantes, pues los países comprometidos redujeron sus emisiones un 20%.

Hasta la COP 21 de París (2015), los esfuerzos se centraron en que los fines de Kyoto tomaran forma. Por el momento, el Protocolo se enfrenta a distintos problemas: entre otros, las desigualdades entre los países, que fuerzan a acuerdos que no deben dificultar el crecimiento económico de países menos ricos y, de forma paralela, pretenden provocar cambios de modelos productivos de los más industrializados. Sin embargo, uno de los retrocesos de mayor trascendencia fue la decisión estadounidense —segundo emisor mundial de GEI— de romper con los acuerdos de París.

A pesar de las dificultades, la ONU mantiene el liderazgo suficiente para sostener un consenso importante a nivel mundial, como quedó patente en la COP 24 de Katowice. En este foro se consiguió el acuerdo denominado Paquete para el Clima, conformado por directrices para aplicar el Acuerdo de París. Finalmente, y tras la imposibilidad de celebrarse en Chile, Madrid se convirtió en la sede de la COP25 en 2019.

Sin duda, la lucha contra el cambio climático —como demuestra la propia historia de la ONU— es uno de los frentes donde el multilateralismo requiere una acción coordinada que solo esta organización mundial puede liderar; y otro —de actualidad y unido al anterior— es la defensa de la Biodiversidad. Estos días se celebra la Cumbre sobre Biodiversidad, evento que responde al compromiso de la Asamblea General de acordar, en 2021, un nuevo marco de protección de la biodiversidad que, cobra toda su intensidad en palabras del Secretario General: «La humanidad está librando una guerra contra la naturaleza, y necesitamos reconstruir nuestra relación con ella». Por todo ello, es trascendental intervenir en defensa de la naturaleza, más ahora que la pandemia global del coronavirus azota a todos los ámbitos de la actividad humana. En este ámbito, muchos científicos alrededor del mundo coinciden en señalar la relación entre la aparición de este tipo de enfermedades y los desequilibrios que el ser humano provoca en la naturaleza.

Con todo, y para conseguir frenar los efectos del cambio climático, es imprescindible consensuar una respuesta basada en un multilateralismo reforzado y organizado, que debe articularse en el marco de Naciones Unidas. España, con el resto de la UE, participa activamente en este proceso de internacional, desde el convencimiento y compromiso de que es necesario preservar el medio ambiente para las generaciones venideras.

 
 
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