Situación en MALI - 03.05.2019

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Situación en Mali
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03 de mayo 2019
Situación en Mali

Antecedentes
 
Los primeros cinco años de gobierno del presidente Ibrahim Boubacar Keita, de 2013 a 2018, han estado marcados por la inestabilidad política, particularmente por cinco cambios de primer ministro y numerosas reestructuraciones de su gabinete. La falta de progreso en los ámbitos económicos y de seguridad, así como los casos de corrupción, han dañado la imagen y reputación del presidente. Su reelección, el pasado mes de agosto, se ha producido en un ambiente de baja tasa de participación, fragmentación de la oposición y críticas de los resultados.
 
Respecto a la seguridad, la situación se ha degradado globalmente en todo el país a lo largo de los últimos dos años. A las amenazas ligadas a la criminalidad organizada, se unen los conflictos internos y el aumento de extremismos, lo que se ve reflejado en acciones terroristas.
                               
A nivel regional, el Sahel es por definición una franja porosa por la que transitan diferentes grupos terroristas, organizaciones de crimen organizado, flujos migratorios, milicias étnicas, incluso un tráfico de armas desde Libia. El principal grupo terrorista es el «Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes» (JNIM) o  Jamaat Nusrat al-Islam wal Muslimee que, desde 2017, incluye las filiales sahelianas de «Al Qaeda en el Magreb Islámico» (AQMI); Ansar Dine, la Katiba Macina, al-Murabitun y las katibas (brigada/unidad combatiente) del Sahara. Tal y como ha demostrado en sus últimos atentados, JNIM posee células durmientes entre la población urbana y capacidad para planificar y preparar ataques a objetivos de alto valor estratégico y con gran repercusión mediática. JNIM compite con el «Estado Islámico en el Gran Sahara» (EIGS), la rama disidente de AQMI que actúa bajo lealtad al Daesh, por el control de la región. No obstante, la causa fundamental de desestabilización la encontramos en las milicias étnicas Dogon, Fulani y Bambara que atacan y contratacan, en un ciclo de intimidación y venganza.
 
Situación
 
El primer ministro, Soumeylou Boubèye Maïga, y los miembros del Gobierno, presentaron el pasado 18 de abril su dimisión al presidente del país, sin informar de los motivos de su renuncia, horas antes de que una moción de censura fuera votada en el Parlamento. El entonces primer ministro tenía el rechazo de los diputados de la oposición y de importantes líderes religiosos.
 
El 22 de abril, el presidente nombró primer ministro a Boubou Cissé, quien hasta entonces ejercía de ministro de Economía y Finanzas, encomendándole la tarea de formar Gobierno. El primer ministro ha mantenido reuniones con distintas fuerzas políticas e instituciones del país.
                                             
El 20 de abril, el grupo terrorista JNIM llevó a cabo un atentado contra un convoy de la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Mali (MINUSMA), provocando 4 heridos y la muerte de un casco azul (de nacionalidad egipcia), al detonar un dispositivo explosivo improvisado al paso de un vehículo en la región de Mopti. Asimismo, el día 21 se produjo un ataque contra el cuartel de las Fuerzas Armadas malienses en la ciudad de Guiré en el que murieron 11 militares. El modus operandi fue similar al utilizado en el asalto al puesto de Dioura el pasado 17 de marzo en el que murieron 23 militares.

 

                                
Desde 2016, las condiciones de seguridad se han deteriorado, especialmente en el centro del país, donde los grupos terroristas y las milicias ganan terreno y se vuelven más dinámicas y móviles. En este sentido, en 2017 se utilizaron dispositivos explosivos improvisados en el centro de Mali en 29 ocasiones mientras que en 2018 se utilizaron en cerca de 100 ocasiones. JNIM y el EIGS llevan a cabo numerosos ataques contra las fuerzas de seguridad de Mali en las regiones de Mopti y Segú, que podrían indicar un posible acercamiento entre los dos grupos.
                      
Los civiles continúan siendo objetivo de la violencia, particularmente en el centro, donde la violencia de los grupos extremistas se une a la violencia entre comunidades. A finales de marzo, 160 civiles murieron en la región de Mopti (centro del país) en un ataque contra la etnia peul.
                                                
En el norte del país, los grupos armados terroristas han demostrado su capacidad para llevar a cabo ataques cada vez más sofisticados contra las fuerzas malienses, MINUSMA y la operación francesa Barkhane. La zona entre Kidal, Gao y Tombuctú continúa marcada por los enfrentamientos entre el EIGS por un lado, y el «Movimiento Popular para la Salvación del Azawad» y el «Grupo de Autodefensa Tuareg Imghad y Aliados», por otro. Asimismo, la zona fronteriza entre Burkina Faso, Níger y Mali sigue siendo difícil de controlar debido a la presencia de JNIM y de la Katiba Macina.
 
Debido a la situación de violencia en el país, el número de desplazados internos en el país se eleva a cerca de 100.000, mientras que son 138.510 los refugiados que se estiman en Burkina Faso, Níger y Mauritania, según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).
                                     
Las medidas que se han instrumentado para intentar dar respuesta, tanto a la estabilización regional como a la lucha contra el terrorismo, han recaído tradicionalmente en la intervención internacional (MINUSMA y Operación francesa Barkhane).
 
Esta lógica de seguridad primaria orientada a dar una respuesta específica a la proliferación de atentados se ha basado en un modelo centrado preferente en la lucha contra la amenaza terrorista, y requiere una lógica de seguridad integral, que aborde el «conflicto intercomunal» protagonizado por las milicias étnicas, teniendo en cuenta otras variables como la lucha ideológica y el conocimiento de las resistencias culturales de los grupos de la zona, verdadero telón de fondo, y que, en pocos años, han alterado radicalmente el paisaje islámico de Mali.
 
El nombramiento del nuevo primer ministro podría ayudar a rebajar la tensión. La presencia de la comunidad internacional en Mali sigue siendo imprescindible para la estabilidad del país.

 
 
 
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