Libia: Incremento de la tensión y urgencia de una solución política al conflicto

Left
Right

26 de junio 2020
Libia: Incremento de la tensión y urgencia de una solución política al conflicto

A principios de junio, el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) —presidido por Fayez al Sarraj y reconocido por Naciones Unidas— inició una contraofensiva contra el autodenominado Ejército Nacional de Libia (LNA), liderado por el Mariscal Haftar, que —desde el mes de abril— lleva a cabo el asedio contra Trípoli. La ofensiva del GNA retomó importantes enclaves en el área de Trípoli. Al tiempo, ha permitido la expansión del control gubernamental hacia Sirte, ciudad que abre el paso hacia la región de la Cirenaica, arrebatada a las células yihadistas por el LNA en 2019.

Egipto, coincidiendo con esta situación, anunció una propuesta de diálogo para Libia basada en la unidad e integridad de las instituciones nacionales, la convocatoria de elecciones y la salida del país de fuerzas combatientes extranjeras. Esta propuesta —aceptada por el LNA y que, por tanto, cuenta con la aprobación del presidente de la Cámara de Representantes de Tobruk—, ha recibido el apoyo de Rusia, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos. Una iniciativa que pretende allanar el camino para consensuar una solución política y pacífica de todas las partes en conflicto en Libia y, desde ese acuerdo, iniciar la reconstrucción del país en los ámbitos de la seguridad, la gobernanza y el desarrollo, así como su regreso al concierto internacional.

Por el momento, el GNA no se ha pronunciado y Turquía ha rechazado esta propuesta, aunque aboga por el diálogo e impulsa un acuerdo previo y bilateral con Rusia y su país. Por su parte, ONU y UE mantienen su compromiso por una salida política bajo los principios de la «Conferencia de Berlín» con representantes tanto del GNA como del LNA. En este contexto, Argelia y Túnez —que comparten una convulsa y descontrolada frontera con Libia— temen la inestabilidad que puede trasladarse a sus territorios y, para evitarlo, se han ofrecido a actual como intermediarios en las negociaciones.

Por otro lado, también la producción de petróleo —el principal recurso económico del país mediterráneo— también se ha visto afectada gravemente por años de inestabilidad política y lucha fratricida. En la actualidad, los campos petrolíferos están bajo control del LNA y, en enero de 2020, se bloqueó la producción tanto en los campos internos como en las plataformas marítimas. Entre ellos, el mayor centro petrolero de la región de Fezzan: Sharara, donde operan las principales compañías internacionales.

Y mientras se mantiene el enfrentamiento armado entre el GNA y el LNA, el yihadismo —aprovechando la inestabilidad, la violencia y el desgobierno imperante en Libia— han convertido al país en refugio y área de expansión en las regiones de Fezan, Sirte o Derna; y ya el DAESH ha reiniciado sus ataques contra la población y las milicias armadas.

En este escenario de conflicto armado y desencuentro político, la población civil vuelve a ser la principal víctima de violencia. La ONU ha iniciado una investigación ante el descubrimiento de fosas comunes en zonas controladas por el LNA donde, en 2019, unas 2.000 personas habrían muerto y 150.000 se vieron obligadas a abandonar sus hogares. Además, y según recoge la Organización Internacional para las Migraciones, Libia se ha convertido en un país de enorme migraciones —en la actualidad, más de 650 000—, muchos de ellos por los lazos históricos entre las comunidades que atraviesan las fronteras libias, pero otros tantos buscando una vía para migrar hacia Europa en manos de las numerosas redes de tráfico de seres humanos que operan en Libia. Toda esta situación humanitaria se puede agravar aún más por el efecto del impacto de la COVID-19, espacialmente en un país sin infraestructuras sanitarias.

 

Diálogo político: Única salida al caos libio

La participación de Turquía en apoyo al GNA cambió la dinámica del conflicto al frenar la ofensiva del LNA. En este contexto que solo puede conducir a una mayor polarización, inestabilidad y violencia interna, la propuesta de Egipto al inicio de negociaciones ha alentado a que los distintos países, tanto que apoyan al LNA como al GNA, a respaldar y buscar una solución política al caos en este país mediterráneo. En este contexto, la respuesta de Rusia y Turquía, junto con la presión internacional, están condicionando el inicio del diálogo bajo los «Acuerdos de Berlín» —apoyado por Naciones Unidas y la gran parte de la comunidad internacional —, y tampoco ayuda las últimas declaraciones oficiales de Egipto. El pasado día 20, el presidente al Sisi advirtió de que cualquier avance de las fuerzas favorables al GNA hacia Sirte podría conducir a una intervención "directa" desde El Cairo: unas manifestaciones que han sido consideradas por el GNA como «un acto hostil, una injerencia flagrante y el equivalente a una declaración de guerra».

Con todo, y si no se alcanza una salida dialogada al conflicto, la situación bélica seguirá incrementando la inestabilidad interna y de los países vecinos, un incremento de la violencia en todo el Sahel, un mayor riesgo de acciones terroristas y, por último, el aumento de la presión migratoria sobre Europa. Además, la injerencia de potencias internacionales en el conflicto por sus propios intereses puede provocar un escenario de lucha de intereses contrapuestos que, sin duda, va a modificar la estabilidad de nuestro mar común, el Mediterráneo.

 
 
Seguridad Nacional un proyecto compartido