Cambio Climático: Perspectiva de Seguridad Nacional

Left
Cambio Climático
Right

Cambio Climático: Perspectiva de Seguridad Nacional
09 de noviembre 2021

En agosto, tras el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático (IPCC), el Secretario General de Naciones Unidas (ONU) calificó la situación provocada por el cambio climático como un «código rojo para la humanidad». En la apertura de la COP26, el 1 de noviembre, los principales mandatarios mundiales subrayaron que esta reunión internacional «debe ser el comienzo de la desactivación de esa bomba», que hay que abordar con urgencia esta «catástrofe climática» y, ante ella, debemos aumentar la resiliencia. Todo ello nos recuerda que los efectos del cambio climático son un problema global y de seguridad, en el más amplio sentido de la palabra, para toda la humanidad. Sin embargo, la determinación de enfrentar mediante conceptos estratégicos de seguridad los efectos del cambio climático no ha sido siempre bien aceptada; no es más que desde los últimos años que, distintos estados y organizaciones internacionales, han comenzado a considerar el cambio climático como, también, una cuestión de seguridad.

Hacia una concienciación mundial

Las primeras informaciones sobre el cambio climático aparecen en el siglo XIX, cuando Tyndall o Eunice Newton Foote teorizaron sobre el calentamiento global; pero no fue hasta 1968 cuando el Consejo Económico y Social de ONU lo incluyó como punto específico de su programa. En 1972, la Conferencia Científica de la ONU —la Cumbre de la Tierra, celebrada en Estocolmo—aludió de forma explícita, por primera vez, al cambio climático; y estableció el Consejo de Administración del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).        

Ante el creciente debate público sobre el cambio climático, en 1988 se estableció el IPCC, que desarrolla las guías y directrices para calibrar los riesgos y adoptar respuestas. Posteriormente, en 1995, la primera Conferencia de las Partes adoptó el Mandato de Berlín y emprendió conversaciones sobre un protocolo con compromisos para los países desarrollados. Dos años después, en 1997, se acordó el Protocolo de Kyoto, cuya finalidad era reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) y  fue referencia mundial hasta la COP 21 de París (2015).

En esta cumbre, en el marco de la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático (CMNUCC), se alcanzó un acuerdo histórico para combatir el cambio climático, que incluía el apoyo a los países en desarrollo. Su objetivo fundamental era mantener la temperatura mundial por debajo de los 2ºC por encima de los niveles preindustriales, y desarrollar esfuerzos para situarla por debajo de los 1,5ºC. Otro hito importante fue la celebración de la COP25 en Madrid, donde se sentaron las bases para que los países sean más ambiciosos ante la emergencia climática.

A pesar de estos destacados compromisos internacionales, el Informe sobre la Brecha de Emisiones 2021 indica que el cambio climático se ha intensificado y los científicos advierten que la humanidad se está quedando sin tiempo para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

Efectos del cambio climático: una amenaza para la Seguridad Nacional

En consonancia con las evidencias científicas, el cambio climático se ha convertido en un riesgo; y sus efectos, en una amenaza evidente para la seguridad de la humanidad. En este contexto, las negociaciones en este ámbito se han convertido en un marco de referencia para el multilateralismo —no carente de debate y de posicionamientos más o menos extremos (como el abandono de la administración Trump de los acuerdos de París); al tiempo que una plataforma para buscar acuerdos globales donde las potencias mundiales juegan sus propias bazas en apoyo de posicionamientos geoestratégicos.

España, con el resto de la UE, participa activamente en este proceso internacional, desde el convencimiento y compromiso de que es necesario preservar el medio ambiente para las generaciones venideras. Independientemente de los esfuerzos y logros que España ha alcanzado en materia de mitigación y adaptación al Cambio Climático —tanto a nivel estatal como en el marco de la UE—, existe un acercamiento a la materia desde la perspectiva de la Seguridad Nacional.

Aunque el concepto de Seguridad Nacional es relativamente moderno, la seguridad ha sido uno de los pilares fundamentales de todos los estados modernos, como lo recoge el preámbulo de la Constitución española: «La Nación española, deseando establecer la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos la integran …». Sin embargo, hay que remontarse a la “National Scurity Act” de 1947 de Estados Unidos para vislumbrar la Seguridad Nacional como concepto, que durante muchos años se ha enfocado hacia la defensa nacional, la seguridad pública o la acción exterior de los estados. De hecho, las primeras estrategias estadounidenses de seguridad nacional —cuya con estructura moderna parte de 1987—no incluían referencia alguna al medio ambiente y menos aún a al cambio climático.
Sin embargo, y ante la evidencia de los efectos perniciosos del cambio climático en España y en todo el planeta, la mayor parte de las estrategias de seguridad nacional hoy, de forma directa e inequívoca, afrontan los efectos del Cambio Climático en el marco de los riesgos y amenazas a nuestra seguridad humana.

Estrategias de Seguridad Nacional en España: la trascendencia del cambio climático

En España, en 2011 se acordó la primera Estrategia Española de Seguridad, cuya redacción fue liderada por Javier Solana, que aboga por un «enfoque integral de la seguridad» y señala que el cambio climático es un «potenciador de los riesgos», aunque no lo consideraba aún un riesgo o amenaza. Por su parte, la Estrategia de Seguridad Nacional 2013 da un paso más al definir el cambio climático no solo como un potenciador de riesgos, sino también como un «generador» de los mismos, aunque aún no recoge líneas de acción estratégicas ni para afrontar la lucha desde la mitigación de emisiones, ni para guiar la lucha contra sus efectos perniciosos a través de la adaptación.

Por otro lado, las estrategias españolas describen dos aspectos de importancia del cambio climático en la seguridad nacional. Por una parte, subrayan su incidencia en terceros países, ya que puede provocar situaciones que favorezcan la desestabilización, los conflictos regionales o locales e, incluso, los flujos migratorios irregulares. Y por otra, destacan su influencia negativa en el aumento de fenómenos meteorológicos adversos, en la preservación de la biodiversidad, en la periodicidad e intensidad de las sequías y olas de calor, en la desertificación, en la gestión del agua o en la seguridad de nuestras costas.

Finalmente, la Estrategia de Seguridad Nacional 2017 establece en su prólogo —firmado por el entonces presidente Rajoy— que «dinámicas como el ritmo acelerado de transformación impulsado por la tecnología, las asimetrías demográficas entre regiones o el cambio climático demandan un esfuerzo para adaptarse y gestionar de forma ágil y flexible los cambios». En esta línea, considera que el cambio climático es uno de los desafíos a la seguridad nacional, lo que permite que ya se indiquen unos objetivos concretos y unas líneas de acción estratégicas para combatir sus efectos.

En la actualidad, está prevista la aprobación de una Estrategia de Seguridad Nacional 2021 que, con una visión más actual, continuará reflejando el peso que los efectos del cambio climático pueden tener para la Seguridad Nacional.

 
 
Seguridad Nacional un proyecto compartido