Guerra abierta en Sudán: Difícil reactivación de las negociaciones de paz

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Guerra abierta en Sudán: Difícil reactivación de las negociaciones de paz
31 de julio de 2023

Desde el pasado 15 de abril, la violencia y el caos imperan en la capital de Sudán, Jartum; y la guerra ya se ha extendido por gran parte del país, especialmente en la región occidental de Darfur. Ese día se cumplieron las peores previsiones, y estallaron fuerte enfrentamientos entre las facciones armadas que respaldan a las dos máximas autoridades del país: el presidente del Consejo de Transición —general Abdel Fattah al-Burhan, jefe de las Fuerzas Armadas de Sudán (SAF)— y el vicepresidente Mohamed Hamdan Dagalo (alias Hemedti), líder del grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (RFS). Ambos mandatarios detentan el poder en Sudán desde que, tras un golpe de Estado conjunto en octubre de 2021, cerrasen definitivamente una revolución pacífica de la sociedad —organizada por distintas asociaciones profesionales—, que comenzó en 2019 y consiguió poner fin al gobierno dictatorial de Al Bashir, al frente del país desde 1993.

Como trasfondo de este cruento conflicto, está la rivalidad abierta entre al al-Burhan y Hemedti, el temido paramilitar que dirigió la masacre de Darfur en 2003 al frente de los milicianos árabes janjaweed, respecto al reparto del poder y la configuración del estado sudanés, y más en concreto, de sus fuerzas de seguridad. Tras su asonada militar, se comprometieron a mantener el proceso de transición hasta celebrar elecciones en abril de 2023, que fueron sistemáticamente aplazadas; y también a unificar sus fuerzas —el ejército de Sudán y las RFS, que en 2015 se incorporaron al aparato coercitivo del régimen de Al Bashir— en una sola institución nacional. Sin embargo, la incumplida integración de las RFS en el ejército nacional se convirtió en el principal motivo de confrontación y evidenció, a través de una guerra abierta entre sus facciones armadas, que ambas partes pretendían preservar su cuota de poder, así como el control de los ingentes recursos de Sudán.

En la actualidad, lejos de avanzar hacia el final de la lucha armada, esta se recrudece en Jartum —epicentro del conflicto — y se expande con extrema violencia en Darfur. Así, como señala el secretario general Adjunto de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas,  Martin Griffiths,  «si yo fuera sudanés, me resultaría difícil imaginar que esto no es una guerra civil… del tipo más brutal (…) se está extendiendo, es viral… es una amenaza para el estado mismo». Según la Organización Mundial de la Salud, Jartum y Darfur son las zonas más devastadas por los combates, con la gran mayoría de las instalaciones de salud cerradas y cientos de cadáveres olvidados en las calles, lo que incrementa el riesgo de infecciones masivas. Además, la guerra ha destrozado la ya frágil infraestructura del país, dejando a los residentes sin agua y electricidad en medio de una ola de calor opresivo.

Tras más de tres meses de enfrentamientos, los enfrentamientos se mantienen en una fase de desgaste, pues ninguna de las facciones armadas —ejército y paramilitares—han conseguido imponer su voluntad y lograr la victoria. Al tiempo, se incrementa la grave crisis humanitaria que sufre la población, y que arroja unas cifras alarmantes: más de 3.000 víctimas mortales, dos millones de desplazados internos, mientras que otras 700.000 personas han huido del país, especialmente a Chad desde Darfur. Según Naciones Unidas, «el pueblo de Sudán está soportando un sufrimiento indescriptible en medio de la violencia que está desgarrando su país, y cada vez es más difícil llegar a los millones de personas que necesitan asistencia humanitaria urgente». Una situación que no ha cambiado desde el inicio del conflicto, a pesar de los continuos compromisos de las partes beligerantes de permitir la asistencia humanitaria y el restablecimiento de la electricidad o retirar las fuerzas de seguridad de los hospitales.

Sin avances en las negociaciones de paz

Tras el inicio del conflicto, la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo en África Oriental (IGAD) lideró los primeros intentos de alcanzar un alto el fuego en el ámbito regional africano. Sin embargo, desde el 9 de mayo, la ciudad saudí de Yeda se ha convertido en la sede oficial de las negociaciones entre las dos facciones rivales. Así, Arabia Saudí, con el firme respaldo de Estados Unidos y la implicación directa de la Liga Árabe, se ha convertido en el principal mediador para la resolución del conflicto. Por el momento, tras numerosas reuniones y después de al menos 10 altos el fuego entre el ejército y el RSF fallidos, los avances sobre el terreno han sido muy limitados y el final del conflicto aún se prevé lejano. En este contexto, el pasado 27 de julio, todo indicaba que se habían paralizado las negociaciones indirectas para la consecución de un alto el fuego en Yeda, pero la delegación de las Fuerzas Armadas de Sudán ha manifestado ahora su disposición a regresar para deliberar sobre puntos cruciales que impiden llegar a un acuerdo con las RSF sobre el fin de las hostilidades, aunque con condiciones previas.

Al respecto, el 30 de julio, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Sudán afirmó que «renueva su reconocimiento por los esfuerzos realizados por Arabia Saudita y Estados Unidos para facilitar las rondas de negociaciones en Yeda, y su entusiasmo para que sean un éxito». No obstante, ahora puntualiza que el Ejército sudanés solo volverá a las conversaciones de paz si los paramilitares se retiran de zonas residenciales y carreteras del país para no poner en peligro a la población civil. Por su parte, el comandante de las RSF ha destacado que la guerra solo terminará si el actual liderazgo del ejército dimite: «Nuestro mensaje a nuestros hermanos de la Fuerzas Armadas de Sudán —dijo Dagalo en su primera aparición pública tras el inicio de los enfrentamientos— es claro. La resolución del conflicto pasa por un cambio de los mandos corruptos del Ejército», lo que complica aún más la viabilidad de cerrar un acuerdo en breve plazo. 

Con todo, y más allá de las complejas conversaciones en Yeda, la comunidad internacional sigue redoblando sus esfuerzos políticos y diplomáticos para paralizar el conflicto, que además de las graves consecuencias dentro del país, amenaza a la estabilidad de toda la región y más allá. En este sentido, a través de un comunicado oficial, el alto representante UE Josep Borrell manifestó que «la Unión Europea está dispuesta a considerar el uso de todos los medios a su alcance, incluidas medidas restrictivas, para contribuir a poner fin al conflicto y fomentar la paz», como contribución de la UE a los esfuerzos regionales e internacionales colectivos, bajo el liderazgo de la Unión Africana y la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo (IGAD), para detener los combates, asegurar el acceso de la ayuda humanitaria y reanudar la transición a la democracia y el gobierno civil.

 

 
 
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