Riesgo de desertificación. Trascendencia para la Seguridad Nacional
10 de julio 2021
“Cuando los recursos se degradan, comenzamos a competir por ellos.
[...] Entonces, una forma de promover la paz es promover la gestión sostenible y la distribución equitativa de los recursos…”.
Wangari Maatha
La actividad humana, la búsqueda de recursos y su obtención poco o mal planificada; en definitiva, la sobreexplotación del medio natural en definitiva, han llevado a que, según cálculos de Oscar Venter en el medio Nature Communications, en torno a tres cuartas partes del área no sumergida o cubierta de hielo del planeta se haya transformado debido, principalmente, a la demanda de alimentos, materias primas y asentamientos humanos. Esta acción humana, unida a los efectos del cambio climático, son la causa de la desertificación entendida, según la Convención de Naciones Unidas de Lucha Contra la Desertificación (UNCCD), como «la degradación de la tierra en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, cuyos ecosistemas son extremadamente vulnerables».
A nivel mundial, la situación creada por la presión sobre los recursos es preocupante, subraya el Centro Común de Investigación de la Comisión Europea. En su Atlas Mundial de la Desertización, destaca que, durante los últimos 20 años, la extensión de la superficie de tierra cosechada para cultivos ha aumentado en un 16%, el área bajo riego se ha duplicado y la producción agrícola ha crecido casi al triple. Sin embargo, todos estos datos positivos no han conseguido reducir el hambre ni las desigualdades en el mundo.
Además, los efectos del cambio climático sobre las precipitaciones y temperaturas aceleran, cuando no provocan, el incremento de la aridez. Como resultado, amplias zonas del planeta —entre ellas, el Mediterráneo occidental o el Sahel— son cada vez más como se aprecia en el mapa. Esta relación entre cambio climático, sequía y desertificación es cada vez más evidente y tiene consecuencias graves. Así, la Oficina de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres, en su Informe Especial sobre la Sequía 2021, concluye que cuando no se gestiona adecuadamente, la sequía es uno de los impulsores de la desertificación y la degradación de la tierra.
En este contexto, el Mediterráneo es un área de especial incidencia del cambio climático. Para los investigadores Olcina y Romero, este mar interior, por su forma semicerrada, está catalogado «como una zona de calentamiento rápido, donde el incremento de temperatura es superior», que se calienta «entre dos y tres veces más» que los océanos en el ámbito global: unos factores que provocan o favorecen el avance de la desertificación. Unas predicciones con las que coincide el ya mencionado Informe de Naciones Unidas, que considera que, con una proyección de 30 años, la amenaza de incrementos de sequía es «muy severa» para la región mediterránea.
El riesgo de desertificación en España
Si nos atenemos a la referida definición de desertificación de la UNCCD, los datos de España son muy preocupantes. Más de dos terceras partes del territorio español pertenecen a las categorías de áreas áridas, semiáridas y subhúmedas secas y se encuentran en proceso de desertificación. El resultado de la situación de aridez y de los consecuentes procesos de desertificación se puede apreciar en los mapas.
Si, como antes se indicó, la desertificación es el proceso donde confluyen condiciones físicas y acción del hombre; en nuestro país, los factores antropogénicos de mayor peso son las pérdidas de la cubierta forestal a causa de repetidos incendios forestales, la crisis en la agricultura tradicional —con el consiguiente abandono de tierras y deterioro del suelo y de las estructuras de conservación del agua—, la más o menos ocasional explotación excesiva de los acuíferos subterráneos y su contaminación química y salinización. Todo ello, junto al efecto dañino de la concentración de la actividad económica en las zonas costeras, que ejerce una intensa presión sobre los recursos naturales del litoral.
- efectos del cambio climático incrementan los factores que influyen en el aumento de la desertificación: entre otros, el aumento de temperatura, del riesgo de incendios y de la torrencialidad o la alteración de precipitaciones. Todos los escenarios de cambio climático prevén que se agraven dichos problemas de forma generalizada y, especialmente, en la España de clima mediterráneo seco y semiárido. Según demuestran estudios como el realizado por el Grupo Desertificación y Geo-Ecología de la Estación Especial de Zonas Áridas del CSIC, cuando la magnitud y velocidad de los cambios ambientales empuja a los ecosistemas más allá de su resiliencia, la degradación es irreversible por mecanismos naturales y, como consecuencia, la desertificación se vuelve evidente. Sin embargo, en los estados previos apenas hay síntomas, lo que subraya la importancia del diagnóstico temprano de la desertificación latente.
La lucha contra la desertificación en España
La elaboración y desarrollo del Programa de Acción Nacional contra la Desertificación (PAND) constituye la principal obligación contraída por nuestro país como firmante de la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CLD). La última revisión del PAND data de 2008, aunque ahora se está realizando una revisión y actualización de dicho programa.
De acuerdo al artículo 10 de la CLD, el objetivo de los Programas de Acción Nacional consiste en determinar cuáles son los factores que contribuyen a la desertificación y las medidas prácticas necesarias para luchar contra ella y mitigar los efectos de la sequía.
El marco de referencia en España para enfrentar los retos que nos presentará el cambio climático es el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (PNACC). Entre otros muchos objetivos, el 7.5 se refiere a la necesidad de «Prevenir la desertificación y la degradación de tierras y fomentar la restauración de tierras degradadas con criterios adaptativos».
Para el Sistema de Seguridad Nacional, la desertificación es un desafío acuciante que afecta, cada vez con más trascendencia, a la vida de los españoles. En este sentido, la Estrategia de Seguridad Nacional 2017 que, en su capítulo 4, describe las amenazas y desafíos que enfrenta España, cita que la desertificación es uno de los mayores problemas acrecentados por el cambio climático. Desde el Departamento de Seguridad Nacional, se realiza periódicamente el seguimiento de la situación. Así, el último Informe Anual de Seguridad Nacional de 2020, contempla “Iniciativas en materia de desertificación e incendios forestales”, además de enumerar otras iniciativas en materia de gestión del agua, inundaciones y protección de las costas, que están íntimamente ligadas con la desertificación.