Afganistán: Situación de Seguridad

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Afganistán: Situación de Seguridad
30 de julio 2022
 
El 15 de agosto de 2021, el régimen talibán retomó el poder en Afganistán.  Desde entonces, y tras un año de profunda inestabilidad, se enfrenta a graves problemas de gobernanza —incluidas las opiniones divergentes dentro del propio movimiento—, a la expansión de grupos terroristas y los nuevos ataques de Daesh-Khorasan (ISIS-K), así como a una peligrosa simbiosis entre el tráfico de opiáceos y el extremismo. Todo ello ha propiciado una situación compleja de seguridad que provoca un deterioro extremo del gobierno, de la prevalencia de los derechos humanos y de la economía.

División interna del régimen talibán

Desde la reinstauración del régimen, la administración talibana de facto ha centrado sus esfuerzos en asegurar su autocracia, consolidar el control del territorio y obtener el reconocimiento internacional de su régimen. Al tiempo, pretendía restablecer la asistencia financiera y humanitaria internacional para hacer frente a la grave crisis económica y alimentaria que sufre todo el país, y que deja ya a 6,6 millones de afganos en niveles de emergencia alimentaria.

A pesar de sus intenciones, las tensiones internas en el seno del movimiento han impedido al régimen avanzar en sus objetivos, lo que ha derivado en una administración opaca y caótica, no inclusiva y con serias dificultades para ejercer el liderazgo sobre sus cuadros intermedios y para evitar acciones individuales apartadas de las directrices de Kabul. Además, muchas de sus decisiones han restringido aún más la garantía de los derechos humanos más básicos, en particular de las mujeres y las niñas. Una situación humana que, de acuerdo con la ONU, es la peor que se registra actualmente a nivel mundial en este ámbito: «Las mujeres están siendo excluidas colectivamente de la sociedad de una manera única en el mundo», según el jefe la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en el Afganistán (UNAMA).

No obstante, y en líneas generales, el movimiento talibán se mantiene aún cohesionado y unificado. Según el último informe de la ONU, el principal factor de división dentro del régimen es acordar el grado de flexibilidad que debe aceptar el movimiento. En concreto, debe decidir si implantar un modelo de gobernanza inclusivo, para albergar a una población diversa; o, por el contrario, mantenerse fiel a su ideología inflexible y extremista, principalmente limitada a una base étnica pastún. Como consecuencia, el movimiento talibán está polarizado entre un bloque moderado —que aspira a entablar relaciones con socios extranjeros e integrarse en el sistema internacional— y otro de «línea dura», que rechaza cualquier concesión tanto interna como hacia el exterior. Por otro lado, también destaca el liderazgo de facciones como la Red Haqani —un clan poderoso e influyente y, hasta cierto punto, independiente— y la influyente facción talibana de Kandahar (del clan Durrani): ambas con un marcado nepotismo hacia la comunidad pastún, lo que podría provocar la desafección de los talibanes de etnia tayika y uzbeka del actual régimen afgano.

Asentamiento terrorista

En este contexto, la situación de seguridad en Afganistán es cada vez más frágil. En especial, por la proliferación de grupos terroristas, frente a un régimen que –según la ONU– no ha tomado medida alguna para limitar las actividades de los militantes extranjeros, que «disfrutan de mayor libertad que en cualquier otro momento de la historia reciente». Desde 2022, como recoge el 30º informe del Equipo de Apoyo Analítico y Vigilancia de Sanciones, Al-Qaeda ha mejorado su situación y su capacidad de comunicación, gracias al regreso de los talibanes al poder y, más en concreto, de la autoridad que detentan algunos aliados clave para el grupo yihadista. Así, como denuncia Naciones Unidas en su referido informe, los dirigentes de Al-Qaeda se han convertido en estrechos asesores del régimen: una posición preeminente que aprovechan los yihadistas para captar a nuevos reclutas, incrementar sus fondos financieros y alentar a sus secuaces en un entorno favorable. No obstante, y aunque emitió un comunicado felicitando a los talibanes por su victoria en agosto de 2021, el grupo terrorista mantiene un «silencio estratégico», probablemente por su falta de capacidad para actuar, pero también para no causar problemas internacionales a los talibanes. En cualquier caso, se estima que, por el momento, Al-Qaeda no supone una amenaza internacional inmediata desde su refugio afgano.

La amenaza de Daesh y el tráfico de narcóticos

En cuanto a la presencia de Daesh en Afganistán, el autodenominado ISIS-K constituye la principal amenaza a la legitimidad del régimen talibán, que emplea sus recursos en luchar contra los yihadistas en vez de volcarlos en el desarrollo social y económico del país. En 2022, ISIS-K ha incrementado notablemente su entidad, provocado en gran medida por las excarcelaciones masivas durante la ofensiva para la toma de Kabul, pero también por los recursos financieros de este grupo terrorista y por las tensiones internas entre los talibanes, que podrían haber motivado que tayikos y uzbekos del norte se hayan unido a la causa yihadista. Dentro de la red regional de Daesh, se estima que la oficina de Al-Siddiq —centro clave y referente en Afganistán— cuenta con entre 1.500 y 4.000 militantes, concentrados en las provincias de Kunar, Nangarhar y Nuristán; además de pequeñas células encubiertas en las provincias septentrionales de Badajsán, Faryab, Jowzjan, Kunduz y Tajar.

Asimismo, el constatado crecimiento de la industria de narcóticos de Afganistán y su relación con actores terroristas y extremistas afganos y pakistaníes incrementa la preocupación internacional, ya que potencia las oportunidades comunes de financiación y expansión, agudiza la inseguridad de la región y dificulta aún más cualquier relación con el régimen talibán.
Con todo, y después de un año de su llegada al poder, los talibanes están demostrando su total incapacidad de ejercer cualquier gobernanza que garantice unos niveles mínimos de seguridad y desarrollo, así como los derechos humanos más fundamentales, para la población afgana. Frente a esta dramática situación, muchos afganos siguen abandonando el país como única alternativa de futuro.
 
 

 
 
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